Bajó corriendo por las escaleras de la Estación Las Rejas. Estaba atrasada, apenas le quedaban quince minutos para llegar a clases. En el andén, al mirar hacia el túnel por donde vendría el tren, sus ojos se quedaron clavados en los de un joven. Sintió que la sangre le subía a las mejillas, cuando él se acercó. "Hola", dijo él. "Tanto tiempo". Ella abrió la boca para decir algo, pero la llegada del metro se llevó sus palabras. Para cuando las puertas se cerraron, el muchacho aún estaba de pie en el andén, con una mano en su mejilla dolorida.
Éste es otro de los cuentos que presenté para el concurso "Santiago en 100 palabras". Me inpiré en la típica sensaicón de deuda que nos dejan a las mujeres los hombres que alguna vez jugaron con nuestros sentimientos.
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